Cuadro pintado al óleo sobre lienzo. El motivo, dos grandes orquídeas en color blanco y ocre, con matices de verde y carmín; sobre fondo de verdes y amarillos. Con marco a juego en la misma gama de colores.
En la antigüedad se le atribuyeron funciones afrodisíacas y se las utilizaba para perfumar el ambiente. No había integrante de la nobleza que no tuviera en su palacete un orquideario. Si florecían en tiempo y forma se organizaban grandes fiestas y banquetes para festejar el acontecimiento.
Con el tiempo se transformaron en la familia más extensa del reino vegetal, con más de 30 mil especies.
Crecen a nivel del mar o en la alta montaña, también viven en los árboles o en las rocas. La orquídea blanca es de las más especiales, porque su color no se altera con los factores ambientales. Y como el resto, suele florecer una sola vez al año. Algunas flores apenas duran un día abiertas, otras más de tres meses. Por eso, como en los tiempos pasados, cada vez que florece una orquídea es una verdadera fiesta.
Con este cuadro quería de alguna forma perpetuar la flor, pero por más que nos esforcemos nadie pinta como la naturaleza.